Estamos en 1405 - Una hora menos en Canarias

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Estamos en 1405 - Una hora menos en Canarias

Mensaje por Noche de Rock »

Se termina la conquista de Fuerteventura (Islas Canarias) por parte de Castilla.
Comienzan las expediciones del almirante chino Zheng He para explorar más allá del mundo conocido, su flota llegaría hasta la costa oriental de África.

Nacimientos

6 de marzo: Juan II de Castilla.
18 de octubre: Eneo Piccolomini, papa Pío II (1458-1464).
Gilles De Rais. f.1440

Fallecimientos

18 de febrero: Tamerlán (68), conquistador mongol uzbeko, en Shimkent (Kazajistán).


---- Gilles de Rais -----


Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais, llamado Gilles de Rais o Gilles de Retz (Champtocé-sur-Loire, c. 1405-Nantes, 26 de octubre de 1440),2​ fue un militar y noble francés del siglo XV que luchó en los años finales de la guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco.3​ Fue juzgado y ejecutado, entre otros motivos, por los casos de abuso sexual y asesinato que cometió hacia múltiples niños y adolescentes, se calculó que mató entre 80 y 200 menores, la mayoría varones.4​ A veces se cree que Rais es la inspiración del cuento popular francés "Barba Azul" ("Barbe bleue"), pero esta suposición es controvertida.

https://es.wikipedia.org/wiki/Gilles_de_Rais
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Re: Estamos en 1405 - Una hora menos en Canarias

Mensaje por Noche de Rock »

Sobre Gilles de Rais, por si no conocéis a este siniestro personaje...


Era culto aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero despilfarrador. Desde ese momento se entregó a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos. Tenía pasión por todas las artes, especialmente por la música. Se exacerbaba con los cantos gregorianos, llegando al éxtasis. Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseyera, por muy lejos que estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes, y Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes sugestionó de toda clase. El sonido de este instrumento le producía tal enajenación que se los hizo construir portátiles para que lo acompañaran en sus menores traslados. Consiguió, en su exaltación religiosa, ser nombrado canónigo de Saint-Hilaire-de-Poitiers y se rodeó de una comitiva de cincuenta eclesiásticos, junto con 200 soldados de caballería, cuya sede se encontraba en la capilla de los Saints-Innocents, en Machecoul.

Por otra parte, todo el que acudía a él disfrutaba de su generosidad; el extranjero era bien recibido, cualquiera que fuese su condición, a cualquier hora del día o de la noche; tenía hospitalaria mesa, y era raro que abandonase su mansión sin salir colmado de dones en especies o en metálico. Gastaba dinero en ostentación para recuperar el prestigio perdido. Realizaba grandes banquetes. Gastó la mayoría de su fortuna en obras teatrales y en fiestas.
Gilles de Rais por Bombled

Para procurarse el dinero necesario, tuvo que recurrir a numerosos arbitrios y ruinosos contratos. Logró la colaboración de aposentadores, burgueses y mercaderes, que le adelantaban a un interés usurario las sumas que, por una generosidad neurótica, se le fundían entre los dedos y se hundían en un abismo sin fondo. En 1437 vendió Ingrandes y Champtocé a Juan V de Bretaña por unos escasos 100 000 escudos. Gilles se aproximaba al momento en que se anunciaba, amenazadora, la ruina inevitable. Sus cofres estaban vacíos y su crédito agotado; los que le habían rodeado en las horas dichosas, presintiendo el desastre, se alejaban de él. Ante esta situación se vuelve hacia el esoterismo, buscando en la alquimia el modo de fabricar el oro que le faltaba (se interesó, por ejemplo, en el secreto de la Piedra filosofal). De esta forma se rodeó de nigromantes y alquimistas. Finalmente, cayó en manos de un embaucador florentino llamado François Prelati, quien le aseguró que llenaría sus arcas gracias a la magia negra.

El mariscal visitaba con frecuencia a su cómplice y se informaba con ansiedad del resultado de las investigaciones. Prelati aseguró a su señor que, en una de sus invocaciones, había visto cerca de él al demonio, pero que esta aparición fantástica se había desvanecido sin que hubiera podido pronunciar palabra alguna. El crédulo mariscal, que tenía un pánico atroz al diablo aunque nunca lo hubiese visto, hizo caso de Prelati, y mandó que se redoblasen los ensalmos y los conjuros. En otras ocasiones, Prelati fingía estar herido al salir de una de sus invocaciones, que siempre se realizaban en un cuarto escondido, causando en Gilles más pánico. Sillé fue el proveedor de todos los elementos para las invocaciones en Tiffauges y el padre Eustache Blanchet el encargado de contratar a los invocadores, como Prelati y La Riviére —el cual aseguró haber visto al demonio en una invocación en un bosque en forma de leopardo, ante la credulidad de Gilles— o alquimistas como Jean Petit, el cual realizó varios hornos para trabajar con mercurio. Sin embargo, los hornos creados debieron ser destruidos ya que el futuro Luis XI, el delfín, visitó a Gilles por una orden del rey Carlos VII, quien condenaba la alquimia como herejía. «Es imposible que el mariscal salga bien de sus empresas —dijo uno de los familiares de Gilles de Rais— si no ofrece al demonio la sangre y los miembros de un niño». A esto se unía, además, su voluntad de matar niños para su disfrute y placer personal en el transcurso de orgías sexuales y etílicas.

En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes a los cuales prometían que los harían pajes en los castillos del señor de Rais. Siempre en lugares lejanos, incluso en algunas ocasiones el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y, si preguntaban, les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó y de Rais recurrió a los raptos. Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados. Después de cada sangrienta noche, Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las víctimas. El temor se apoderó de los habitantes de los pueblos. Los criados tuvieron que ampliar su campo de acción, con lo que el pavor se extendía más y más. Hasta que las murmuraciones se convirtieron en gritos que llegaron a las más altas autoridades.

Llegó a utilizar varias de sus posesiones, no solo el castillo de Tiffauges, para cometer sus fechorías, como el castillo de Machecoul16​, el de Champtocé y la casa de la Suze.

Una vez se aprovechó de unos niños que eran mendigos y que fueron a pedir limosna inocentemente a su castillo. Gilles los violó y desmembró, las víctimas fueron asesinadas por decapitación, degollamiento, desmembramiento o rotura de cuello. Una vez muertos, los abrazaba fuertemente y deliraba; en otras ocasiones se reía ante los últimos estertores del niño y muchas veces cortaba la vena yugular haciendo brotar la sangre.

En algunas ocasiones cuando asesinaba a una de sus víctimas se arrepentía y juraba partir hacia Tierra Santa para redimir sus pecados, pero al poco tiempo volvía a cometer las mismas atrocidades.

Durante los ocho años de terror, Gilles parecía no vivir en un mundo real, rodeado de gran fastuosidad y como si no se diera cuenta de las brutales acciones que llevaba a cabo. Según contó en el juicio que se le hizo, junto con su grotesca corte, cortaban las cabezas de varios niños recién muertos y hacían competiciones para elegir los rostros más bellos. Las cabezas eran ensartadas en picas y las iban calificando. Se llegó a contar que estas calificaciones las firmaba el mismo diablo, ya que un brujo llamado Rivière podía invocarlo, o a uno llamado Barrón, al cual le ofrecían un sacrificio, como los órganos de un niño.

En continuadas ocasiones, su hermano René intentó salvar el patrimonio familiar que Gilles estaba vendiendo; incluso, con la ayuda del rey, logró un edicto según el cual Giles no podía vender más posesiones. René logró así comprar el castillo de Machecoul.
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